Señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) que la obesidad y el sobrepeso se han triplicado en el último medio siglo, alcanzando caracteres de epidemia. A nivel mundial se estima que más de 1.900 millones de personas adultas tienen sobrepeso, y, por lo que respecta a las menores de edad, se prevé que las que padecen sobrepeso u obesidad puedan alcanzar en 2025 los 70 millones.

El Atlas Mundial de Obesidad preveía en 2023 que más de la mitad de la población (el 51%) sufrirá sobrepeso y obesidad en 2035. De ese porcentaje, una de cada cuatro personas sería obesa, incluyendo casi 400 millones de niños, niñas y adolescentes. Y avanzaba también que los mayores aumentos de la obesidad se concentrarían en los países con menores ingresos, pero también en los segmentos más desfavorecidos de los países desarrollados.

El Sistema de Vigilancia de la Obesidad Infantil (COSI) promovido por la OMS en Europa, mide las tendencias de sobrepeso y obesidad entre las niñas y niños en edad escolar primaria. Se inició en 2007 (en España desde 2009) basándose en un protocolo común y en mediciones estandarizadas de peso corporal y altura, junto con datos adicionales sobre ingesta alimentaria.

El COSI confirma en su sexta ronda, realizada entre 2022 y 2024 en 37 países y que abarcó a unos 470 000 niños y niñas, que el sobrepeso y la obesidad infantil siguen siendo un importante problema de salud pública en la región: el 25% de los niños de 7 a 9 años presentaban sobrepeso, y, de ellos, un 10% padecía obesidad,

Pero el estudio muestra también la existencia de importantes diferencias según los países, con porcentajes de sobrepeso en la población que oscilan entre el 9% y el 42% y de obesidad entre el 3% y el 20%. España aparece en quinta posición del ranking por exceso de peso, con un 34% de la población, y en séptimo lugar por obesidad, con un 15%.

La Estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad) viene desarrollándose en España desde el año 2005 por parte de las autoridades sanitarias, en línea con las políticas marcadas por la OMS y las instituciones comunitarias. Esta estrategia enfoca la obesidad como un problema de salud pública, que exige una respuesta coordinada de todos los agentes implicados: las autoridades sanitarias; las familias y los educadores; los expertos y las sociedades científicas; las organizaciones de consumidores y usuarios, y, por supuesto, de los sectores relacionados con la alimentación (fabricantes, distribución, hostelería, restauración) y de los medios de comunicación, plataformas, redes sociales y generadores de contenido.

En el marco de la Estrategia NAOS se desarrolla el Estudio de Vigilancia de la Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad (ALADINO), elaborado por el ahora Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, que tiene como objetivo conocer la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil; determinar su asociación con distintos factores socioeconómicos relativos al entorno escolar y familiar, y evaluar su evolución en el tiempo.

De acuerdo con sus últimos datos (2023), el 36,1% de los escolares analizados (de una muestra de 12.678 escolares representativa de la población de 6 a 9 años residente en España) presenta problemas en este ámbito, ya sea exceso de peso (20,2%) u obesidad (15,9%). Ello supone un ligero descenso de 4,5 puntos porcentuales desde 2019: el 3,1 en el caso del exceso de peso y el 1,4 para la obesidad.

Los resultados del Estudio ponen de relieve que, mientras que en el caso del exceso de peso el porcentaje entre niñas y niños es muy similar (en torno al 20% en ambos casos), la obesidad sí presenta diferencias, con una mayor penetración entre los niños (17,3%) que entre las niñas (14,3%).

Existe, además, un sesgo importante de naturaleza socioeconómica: las prevalencias de obesidad y sobrepeso son más altas en entornos familiares con ingresos brutos inferiores a 18.000 €/anuales la obesidad. Los datos del estudio Aladino indican que la diferencia en el sobrepeso entre las familias de menor y mayor renta es de casi cinco puntos (un 23,1% frente a un 18,3%), pero que en el caso de la obesidad el porcentaje entre las primeras (23,6%) más que duplica al de las segundas (10,9%).

Otros datos significativos de ALADINO indican que:

  • El 70% de los escolares participantes en el estudio desayuna diariamente algo más que una bebida.
  • Menos de la mitad (el 45,3%) consume fruta a diario.
  • Sólo el 23,8 % consume verdura.
  • Un 3,8 % consume refrescos con azúcar más de 3 días a la semana.

Frente a esos datos globales, en el caso de las familias de rentas más bajas el porcentaje de escolares que desayuna a diario algo más que una bebida es del 61%; el consumo diario de frutas se sitúa en el 36,4% y el de verduras en el 19,2%. Al mismo tiempo, el porcentaje de niños y de niñas que consumen refrescos con azúcar más de 3 días a la semana se dispara en este segmento hasta el 7,8 %2

La evolución de los datos pone también de relieve que desde la pandemia de la de por sí existente brecha socioeconómica se ha agravado, con un mayor grado de sobrepeso y obesidad en el nivel más bajo de renta.

Este patrón se reproduce igualmente en relación con otro hábito saludable: el ejercicio físico. Casi ocho de cada diez escolares (77,5%) dedica al menos una hora al día a la actividad deportiva y/o de juego, y el 82,8% al menos dos horas a la semana al deporte o a otra actividad extraescolar relacionada con la actividad física. Un 30% dedica al menos dos horas diarias al uso de pantallas. Sin embargo, las niñas y niños de familias con menor renta se distinguen por su menor ejercicio físico. Los datos muestran también diferencias entre niñas y niños. Las niñas presentan menor actividad física (76,7%) que los chicos (78,0%), pero también menor uso de las pantallas (28,3%).

La pervivencia, y el agravamiento, de los problemas relacionados con los malos hábitos en la alimentación subrayan la necesidad de desarrollar políticas públicas que aseguren unas pautas de alimentación saludables universales para toda la población, y especialmente la población escolar.

En general, los especialistas hacen hincapié:

  • En la falta de percepción familiar sobre la gravedad del problema, señalando que muchas familias tienden a considerar que el exceso de peso de sus hijos como algo normal (también ocurre, aunque en menor medida, con la obesidad), lo que pone en riesgo la eficacia de las medidas para prevenir su desarrollo y el de las enfermedades crónicas a las que se asocia.
  • En el papel fundamental que desempeña el colegio, como espacio de confluencia entre padres y profesores, para reforzar la educación nutricional. Cuanto antes se implementen entre la infancia y la juventud pautas nutricionales y de actividad física y hábitos alimenticios de los alumnos, más eficaz será esa educación, basada en el consumo de alimentos frescos y naturales, con mayor peso de frutas y verduras, evitando los ultraprocesados y los productos con exceso de azúcar.
  • En la adquisición de buenos hábitos de alimentación se asocia a rutinas como mantener unos horarios estables para las comidas; evitar picar fuera de horas; que el niño no repita su plato favorito y deje el que no le gusta; comer de manera tranquila, ya que hacerlo de forma ansiosa no sacia tanto, y con un ritmo de ingesta más lento. Hay que recordar, como decíamos, el efecto negativo que la pandemia, que también se evidenció en este aspecto: aunque, por un lado, aumentaron las comidas caseras y más sanas, por otro el sedentarismo y el abuso de productos gratificantes, ricos en grasas, incrementó la prevalencia del sobrepeso y la obesidad.

 

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